Vivimos con unas normas prestadas, ajenas, o inculcadas como órdenes, sin hacer un ejercicio de reflexión para comprobar si estamos de acuerdo con ellas, y definitivamente las convertimos en propias, y nos dedicamos simplemente a respetarlas y obedecerlas, sin rebeldía y sin opinión, y sin dar nuestra conformidad consciente.
Es muy conveniente , en realidad es imprescindible revisar las actitudes habituales, las cosas que hacemos de un modo inconsciente, esas que hacemos y nunca nos hemos preguntado por qué las hacemos, y examinar cada norma o ley que han conseguido que cada cosa se convierta en normal.
La fórmula que os propongo para “Darse Cuenta” que es el paso previo e imprescindible cuando se pretende modificar algo es desaletargar y poner en funcionamiento a ese Yo Observador que todos incorporamos.
El Yo Observador es un notario aséptico e insobornable que levanta acta de lo que acaba de observar. Sólo dice: “esto es lo que hay”.
Está muy bien recordar lo que el Yo Observador nos ha hecho notar, para que la actitud instintiva y normal se ponga en marcha y el “cambio” , que no es un cambio sino que es dejar de hacer lo que no se está haciendo del modo adecuado para cambiarlo por la manifestación natural- se vaya produciendo.
Hemos de asumir que incluso en la educación casi perfecta , escasísima , ha habido cosas que no nos han inculcado del modo adecuado.
Hemos de asumir que somos víctimas de un sistema de educación , de deseducación más bien y no culpables de todo lo que somos (de alguna parte, posiblemente sí), por tanto, hemos de tratarnos con respeto y cariño ante el descubrimiento de algo que ahora comprendemos que no es lo que nosotros queremos o hubiésemos querido.
Hemos de ser comprensivos con nuestros progenitores y educadores y suponer que actuaron con la mejor voluntad o, cuanto menos, con los conocimientos y circunstancias de las que disponían. Incluso en los casos de infancias realmente duras y desgraciadas , en las que hubo abusos, miseria, violencia… y sin que yo pretenda justificarlas, hemos de aceptar y comprender que existieron, pero es preferible dejarlas en el pasado y no seguir aferrados a ellas. Son innegables, pero pasarse el resto de la vida quejándose por ello no resuelve gran cosa.
“Nos resultaría mucho más fácil olvidar las cosas desagradables si no insistiéramos tanto en recordarlas”. Ojalá esta frase te lo aclare.
“La aceptación lo resuelve casi todo”, es otra verdad. Y, en mi opinión, es cierto. Es conveniente aceptar el pasado íntegramente incluso esa parte que nos dejó trágicamente marcados-, sin obsesionarse con él, sin pretender alargar el sufrimiento durante más tiempo, sin magnificarlo, sin convertirlo en el guion trágico y funesto que marque nuestra vida.
Los procesos de Desarrollo Personal tienen como objeto conocerse, salir del estancamiento, aceptar y perdonar, comprender y purificar, eliminar lo que afecta negativamente… en definitiva, amar y amarse.
El pasado nos dejó marcados, sin duda, pero el presente nos ofrece la opción de deshacernos de su influencia en lo que ésta sea negativa.
Pero no nos deshacemos del pasado olvidándolo, sino sanándolo.
Hay que encontrar las partes en las que nos afecta hoy y curarlas.
Lo que nos hace daño, fuera.
Lo que nos impide la plenitud, fuera.
Lo que impide la tranquilidad de nuestro espíritu y aleja de nosotros hoy el sentimiento de paz, fuera.
Conocer las influencias del pasado, de la educación que tuvimos, y las cosas que hacemos de un modo inconsciente y sin saber por qué o para qué, es imprescindible para tener un presente descondicionado, y es prepararse para que una felicidad libre y natural esté presente y el futuro venidero.
Gracias gracias gracias
(Perdón por los ruidos del principio. No hemos sido capaces de eliminarlos.)